Luis García Fraile, a día de hoy es uno de los mejores decoradores y más solicitados del país en los últimos tiempos, con una exquisita formación. Su estudio -LGF Spaces-, se sitúa en la calle Serrano 8, en Madrid. Según él, la clave está en darle importancia a cosas que no la tienen.
Su estilo es una base clásica mezclada con estilos eclécticos.El estilo contemporáneo lo imagina “Siempre más ligero y luminoso, como el del nuevo mundo conectado de la red”. Su futuro lo ve ocupado en proyectar tanto para los clientes privados como para espacios públicos, tipo hoteles o restaurantes “donde puedes ser super creativo”.
Actualmente es un diseñador de interiores de gran éxito en Madrid, proyecta lugares que transporta la historia más clásica de la decoración a un espacio de máxima ligereza, los que salen del estudio LGF Spaces son ambientes que ante todo se caracterizan por el uso de medidas fuera de escala. En una gran pared, un único cuadro se convierte en un objeto. Para crear un ambiente con un cierto estilo, es mejor elegir entre una solución muy pequeña o muy grande, no le gustan las soluciones intermedias.
Su trabajo es exquisito, perfeccionista y en él destaca la mezcla de elementos clásicos con otros vanguardistas que hacen que todos sus espacios tengan algo especial. Habitáculos confortables nada fríos, perfectos para sentirse cómodo y disfrutar.
Ver trabajar al interiorista Jaime Parladé en casa de sus padres fue vital para su decisión de matricularse en Arquitectura de Interiores. "Tenía 26 años, era el abuelo de la clase. Mis compañeros hacían pellas, pero yo estaba allí porque disfrutaba", cuenta García Fraile. Comenzó su trayectoria profesional en el estudio del famoso decorador Luis Galliussi. A finales de 2011, abrió su propio estudio, LGF SPACES, desde donde proyecta decoraciones para interiorismo residencial, comercial y eventos.
Su sello es indiscutible y muy característico: los objetos insólitos conviven a la perfección con muebles antiguos de herencia familiar. En su casa se respira libertad de estilo, pasión por el arte contemporáneo y un refinado gusto personal. García Fraile lo tiene claro: "Mi base es clásica, con un ojo en el pasado y otro en el futuro, donde se nota la calle: una alfombra muy vieja, una tela deshilachada, un mueble destartalado, cosas vividas que aportan carácter a la decoración".
Luis García Fraile lo ha conseguido. Tiene una habilidad especial, como nadie en este mundillo, para mezclar conceptos que a priori, pueden parecer antagónicos, pero que, juntos, funcionan y crean un espacio de esencia calmada y, sin embargo, vibrante: viejo y nuevo, intensidad y discreción, tonos neutros y colores llamativos. "Le doy importancia a las cosas que normalmente no la tienen. Documentos triturados, madejas de hilos, botellas de plástico. Todo ello descontextualizado y mezclado con objetos de arte y antigüedades. Soy ecléctico, combino piezas valiosas, como una escultura que me regaló mi padre, con objetos de mercadillo", matiza.
Luis afirma que sus casas son habitables y no puede faltar el alma de sus propietarios: "La comodidad no está reñida con la estética. No me gustan las 'casas revista'. Mis casas son para vivirlas, para estar tirado".
Lo cierto es que su preparación y bagaje hacen de él un decorador del que sus clientes se fían plenamente, hasta el punto de que le va tan bien lo profesional que puede escoger qué hace y qué rechaza. "A día de hoy tengo la suerte de elegir a mis clientes. No me enfrento a un proyecto en el que se pide algo que no puedo defender. Cada casa es un mundo, por eso me gusta conocer -hasta un punto psicológico- a sus inquilinos, para adaptarme a sus necesidades. La decoración es un trabajo que vamos a hacer en equipo", nos confiesa García Fraile.
Ha trabajado para Dior, Hermés, Joyería Suárez, Ángel Schlesser y Porcelanosa, entre otros muchos, y su discreción le ha permitido ganarse la confianza de personalidades muy conocidas de las que prefiere no hablar.
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